Mucha gente en la actualidad, me dice que tengo una enorme empatía. Sí que es cierto que tengo más empatía ahora que cuando era pequeña, ya que de chiquitita yo era una niña muy apática. Pero lamento desilusionar a esas personas. Por supuesto que tengo empatía: todos la tienen. Pero no es, ni de lejos, el nivel de empatía de una persona neurotípica (Sin Síndrome de Asperger). Mi nivel está muy por debajo.
El hecho de preocuparme por los demás, de querer ayudar a la gente, de querer ver a todo el mundo feliz, no me convierte en una persona empática. ¡Qué más quisiera yo que serlo! La ventaja para mi poca empatía es que soy una persona hipersensible y la puedo sentir al límite.
Que yo pregunte a una persona qué le sucede cuando está mal, que yo utilice expresiones como pobre, me da pena, me sabe mal, etcétera, no me hace tener empatía.
Aquí va la explicación:
Yo, a pesar de que soy muy joven todavía, he pasado por muchas cosas. Una de ellas, es la soledad. Gran parte de mi tiempo, lo he invertido en estar sola. Ello me ha dado capacidad para observar y analizar a las demás personas, hasta el punto de comprender qué es lo que necesitan en cada momento. Con mi afán de querer ayudar a todo el mundo, tan sólo me limito a decir esas palabras que la gente necesita oír en ese momento en concreto. Si me quieren explicar algo, que me lo expliquen: yo no me voy a implicar emocionalmente. Sé las expresiones que se utilizan para dar apoyo, conozco los gestos que hacen que una persona se sienta mejor.
En definitiva, es lo que yo llamo empatía lógica. Para las demás personas
soy una chica que comprende a los demás, que sabe escucharlos y aconsejarlos, que sabe lo que tiene que decirles en cada momento para hacerlos sentir mejor (Esto es mentira, porque no siempre es así), pero la realidad es que lo único que hago es basarme en datos que mi cerebro ha recogido sobre el comportamiento humano. Por supuesto que tengo empatía, pero es paupérrima y la experimento con poquísimas personas.
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